POLÍTICAS DEL CONOCIMIENTO, UNIVERSIDAD Y DESARROLLO
Dr. Augusto PÉREZ LINDO
GESTIÓN DEL CONOCIMIENTO,
UNIVERSIDAD Y DESARROLLO
1.
Introducción
La
gestión del conocimiento es un enfoque
que pretende valorizar y movilizar todos los recursos inteligentes de
una organización para maximizar sus resultados. Nació en el seno de la teoría
de las organizaciones con autores como Peter Drucker, Nonaka, Tackeuchi,
Polanyi, Peter Senge y otros. En las últimas décadas se extendió a la educación
superior sobre todo en la gestión de la información y en la transferencia de
innovaciones a la sociedad.
Todos parecen recibir con
beneplácito este nuevo concepto. Sin embargo, la gestión del conocimiento
plantea serias contradicciones frente a los modelos gerenciales de la
universidad dependiente de la política, de los intereses corporativos o
mercantilistas. Una universidad centrada en el conocimiento, como la que se
propusiera con la creación de la Academia de Berlín en 1807, parece todavía una
utopía. Pero aparecieron nuevas tendencias que tienden a fortalecer la
investigación y la transferencia de servicios a la sociedad. En todas partes se
busca incentivar la actividad científica y la vinculación con el medio. Sin
embargo, se percibe que las acciones puntuales y aisladas no resultan
eficientes para resolver los problemas de la sociedad. Por eso, aparece la
necesidad de pensar “políticas de conocimiento” que se propongan, conjuntamente
con los actores sociales, producir nuevas posibilidades de desarrollo para la
sociedad. ¿Cómo formular políticas del conocimiento que nos permitan colocar a
las universidades como protagonistas de un proyecto de desarrollo?
2.
Consciencia
histórica
La
primera tesis que propongo es que
necesitamos asumir las condiciones de éxito que se produjeron en otros países.
Japón, a fines del siglo XIX, se propuso igualar y superar a Occidente mediante
el aprovechamiento de la educación, de la ciencia y de la técnica. En menos de
dos décadas se convirtió en un país industrial moderno. Más tarde, habiendo
perdido en la Segunda Guerra Mundial se rehízo para competir con Estados Unidos
en innovación tecnológica y desarrollo. La trayectoria y la estrategia de
Japón, fundada en la asimilación rápida de las mejores prácticas de los países
avanzados, junto con la formación de una clase dirigente identificada con los
intereses nacionales, fue más tarde imitada por Taiwán, Corea del Sur, Malasia,
Singapur, China.
¿Qué
nos sugiere a nosotros sudamericanos esta experiencia? Esos países de Asia no contaban con los recursos
naturales abundantes de América del Sur. No tenían recursos petroleros o
mineros importantes. La ventaja la tuvieron que crear mediante una inteligencia
colectiva ligada a la educación, la innovación tecnológica y la formación de una
clase dirigente al servicio del Estado Nacional.
En
nuestra América del Sur desde hace 500 años predomina la creencia de que el
bienestar de nuestros países depende de los recursos naturales abundantes. Sin
embargo, ni el oro del Perú, ni la plata de Bolivia, ni las pampas argentinas,
ni el caucho de Brasil, permitieron salir del subdesarrollo. No surgió una
élite tecnocrática del Estado, ni una clase dirigente política y económica
identificada con los intereses de la sociedad.
Esta
primera constatación no deberíamos perderla de vista al momento de definir las
condiciones de éxito de las políticas de investigación y desarrollo. La
experiencia histórica nos indica que deberíamos pensar en formar una
inteligencia colectiva que valorice la educación, el uso de la ciencia, de la
tecnología y el surgimiento de una élite profesional al servicio del Estado. Es
en torno a la idea del Estado, como agente del Bien Común, que también se ha de
formar una consciencia de un desarrollo inteligente y solidario, es decir,
apuntando a la igualdad de oportunidades. Esto es lo que sucedió en los países
exitosos del Sudeste Asiático, en Escandinavia o en Canadá.
Como
corolario de este primer análisis podemos adoptar la siguiente tesis: en Argentina las universidades y los
centros de investigación deberían contribuir a la formación de una consciencia
colectiva asociada con la idea de un desarrollo inteligente y solidario.
Esto implica obviamente apuntar a la creación de un Estado inteligente, con
reglas meritocráticas y profesionales para seleccionar a sus funcionarios. E
implica también contribuir a desarmar el predominio de los modelos rentísticos,
clientelísticos, oligárquicos, extractivistas o excluyentes.
La
tercera tesis es que los programas de
investigación y la carrera de investigación tienen que estar vinculados a un
proyecto de desarrollo nacional y regional. Sabemos que esto no siempre ocurre.
A veces se asignan recursos para proyectos de investigación a aquellas personalidades
o grupos que tienen antecedentes académicos o que tienen proximidad con las
autoridades. Las decisiones suelen justificarse en la conveniencia de apoyar a
los “grupos consolidados” o a las prioridades del Gobierno. Lo cierto es que,
como lo señalan los propios investigadores, no siempre los proyectos
subsidiados por el Estado tienen objetivos fundamentales, sean teóricos o
aplicados. La Multisectorial de Ciencia y Tecnología dice en un informe que “solo en los años 2011 y 2012 más de 3.000
profesionales doctorados han quedado afuera del sistema y sin mayores
posibilidades de aplicar sus conocimientos en nuestro país en sus respectivas
áreas de estudio”. (“Políticas en
Ciencia y Tecnología 2003 – 2012”)
Esto
nos lleva a la cuarta tesis: la
experiencia internacional muestra que lo mejor es invertir en el futuro en
función de una estrategia de desarrollo. Es lo que hizo Japón, es lo que
hizo Corea, es lo que hizo Estados Unidos, es lo que hizo Finlandia, etc. Pensar
en términos sistémicos y prospectivos sería la actitud correcta para tener
éxito. En un documento elaborado por un grupo de Directores y Coordinadores de
Centros del INTI sobre “Presente y perspectivas para el INTI” se observa lo siguiente:
El
último período de la vida nacional permitió observar una saludable recuperación
de la actividad industrial, a partir de una fuerte iniciativa estatal, sobre
todo en relación a la promoción del mercado interno y en el mismo intento
manifiesto de aportar valor agregado a las exportaciones.
La
combinación de dichas orientaciones debería haber posicionado al INTI en un
lugar central de las políticas del Estado Nacional. Sin embargo, lejos de estar
ubicada a la altura de estos desafíos históricos, la institución llega al final
de 2015 sumida en una preocupante crisis de indefinición y parálisis operativa
y en un profundo estado de insatisfacción por parte del personal”.
Actualmente
observamos con preocupación una conducción carente de rumbo, sin una clara
inserción en el sistema científico y tecnológico y de las necesidades de la
industria nacional…”
Pensar
desde el futuro implica arriesgarse a inventar posibilidades que ahora parecen
remotas pero que son necesarias. Por ejemplo: el desarrollo de una red
ferroviaria moderna que religue todo América del Sur, la generalización de las
biotecnologías agropecuarias, la
planificación del uso del territorio pensando en nuevos asentamientos, en
nuevos modelos urbanos, la organización de una medicina social biotecnológica,
la informatización de todos los servicios del Estado. Evidentemente, esta
perspectiva supone una capacidad para movilizar de manera coherente el
potencial universitario, científico y tecnológico del país, o sea, una gestión
sistemática del conocimiento. Por otro lado, hace falta fortalecer la educación
básica para transmitir una cultura científico-tecnológica. Debería existir un
servicio permanente de divulgación científica a través de las escuelas y los
medios de comunicación social, como se hizo en los países industrializados. La promoción de la educación básica en
matemáticas, física y química debería figurar entre las políticas públicas
asumidas por el Estado, el sistema educativo y la sociedad.
3.
El
modo de producción de conocimientos
Desde
que Michael Gibbons y otros especialistas diagnosticaron que estábamos asistiendo
a un cambio en el modo de producción de conocimientos a principios de 1990 se
divulgó la distinción entre el Modo 1 y el Modo 2 de la actividad académica y
científica. En el Modo 1 predominan los modelos mono disciplinarios, el enfoque
profesionista especializado, la endogamia académica. Esta caracterización
coincide con el estereotipo de la universidad profesionalista que predomina en
América Latina desde comienzos del siglo XX y que ha sido reiteradamente
criticado.
En el Modo 2 en cambio se abordan los problemas de manera
transdisciplinaria, se flexibiliza el curriculum, se privilegia la
investigación aplicada y la reflexividad epistemológica. Se enfatiza la responsabilidad
social. Estas nuevas prácticas se introdujeron en muchas de las universidades
con vocación científica de Europa, Estados Unidos, Canadá, Japón, Australia,
Corea, Israel y otros países. Sirvieron
para fortalecer la investigación aplicada y las vinculaciones con la sociedad.
En las universidades sudamericanas todavía
prevalece el modelo profesionalista. Las carreras profesionales son las que
mandan, los estudiantes se forman en entornos monodisciplinarios: los
ingenieros con los ingenieros, los médicos con los médicos, los contadores con
los contadores, los abogados con los abogados, etc. Si bien desde los años de
1990 se estimuló la transferencia de servicios e innovaciones desde la
universidad hacia la sociedad, el nivel de articulación de las universidades
con el Estado, las empresas y las organizaciones sociales todavía es muy bajo.
Las universidades se ocupan principalmente de sus problemas.
Ahora
bien, han surgido universidades que valorizan la investigación, esto es notorio
en las universidades públicas de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y
otros países. También han surgido valiosas experiencias de universidades
capaces de intervenir en procesos de innovación tecnológica, de creación de
empresas, de asistencia técnica a organismos del Estado u organizaciones
sociales.
En
Brasil las universidades públicas administran más 600 incubadoras de empresas y
más de 20 centros tecnológicos. En Argentina las universidades han creado unas
20 incubadoras de empresas y 3 centros tecnológicos. En las universidades
argentinas en los últimos 20 años surgieron más de 600 proyectos de vinculación
y cooperación con organizaciones sociales, con empresas o con organismos del
Estado. Toda esta actividad además de su impacto sobre la reactivación
económica e industrial tiene como resultado la facturación de más de 100
millones de dólares anuales y la creación de mecanismos de articulación de la
universidad con la sociedad.
Para
ponderar el potencial científico y universitario de América Latina , de acuerdo
con datos de la Red Iberoamericana de Ciencia y Tecnología - RICYT – podemos decir que para el año de 2011
registraba estos resultados:
POTENCIAL
CIENTÍFICO Y UNIVERSITARIO DE AMÉRICA LATINA EN 2011 SEGÚN RICYT (RED
IBEROAMERICANA DE CIENCIA Y TECNOLOGÍA)
·
20 MILLONES DE ESTUDIANTES
UNIVERSITARIOS
·
800.000 PROFESORES UNIVERSITARIOS
·
471.270 INVESTIGADORES
·
2.004.586 GRADUADOS UNIVERSITARIOS
– 2010
·
20.783 DOCTORADOS EN 2010
·
70.084 PUBLICACIONES CIENTÍFICAS
ACREDITADAS
Para
2015 estimamos que hay unos 24 millones de estudiantes y más de 20 millones de
graduados universitarios en la fuerza de trabajo. Esto muestra que el capital
intelectual de América Latina es mucho más importante que potencial en recursos
naturales.
Mirando
en prospectiva a la universidad argentina es evidente que habría que apuntar a la creación de un Modo 3
de producción de conocimientos fundado en la capacidad para volcar la actividad
académica y científica de las universidades hacia la resolución de los problemas
del país. Pensemos como hipótesis qué pasaría si todas las universidades
públicas de Argentina consagraran los próximos diez años a la modernización del
Estado o al mejoramiento de su eficiencia. También podríamos pensar qué
ocurriría si la Universidad Tecnológica Nacional se propusiera llevar adelante
en el país un programa para generar energías alternativas, para industrializar la
basura o para generar nuevas industrias.
Un
consorcio de universidades, municipios, provincias y agencias nacionales se
encuentra involucrado en crear una dinámica de desarrollo del centro oeste
sudamericano. El ZICOSUR constituye un ejemplo de cómo se pueden vincular
virtuosamente los distintos actores para poner los conocimientos y los recursos
al servicio de una estrategia común. Varias provincias del norte argentino se
encuentran involucradas en este proyecto que constituye la gran oportunidad para consolidar un corredor
biocéanico del Atlántico al Pacífico junto a otros países de la región.
Mirando al futuro, Argentina
no depende tanto de sus recursos naturales como de la calidad de sus recursos
humanos, de la capacidad para actuar inteligentemente a fin de crear
posibilidades de crecimiento y de bienestar común. El
Modo de 3 de producción de conocimientos significaría para las universidades de
América del Sur la oportunidad para dar un salto hacia un estado de bienestar y
desarrollo que se encuentra demorado. Tenemos el capital social, necesitamos
fortalecer el capital intelectual, tenemos recursos naturales, podemos
conseguir el capital de inversiones necesarias si tenemos proyectos coherentes.
¿Qué
es lo que nos detiene? Percibo, ante todo, desde la perspectiva de la
universidad, una falta de iniciativa estratégica. Las instituciones están ocupadas
principalmente de sus problemas internos. Asumir una visión estratégica implica
además saltar por encima de las coyunturas políticas, pensar a largo plazo,
trascender también las barreras institucionales para cooperar con otras
instituciones del país y de la región.
En
consecuencia tanto las universidades como las agencias de investigación e
innovación tecnológica de la región deberían converger en torno a esta
oportunidad histórica real: la de capitalizar nuestros recursos educativos y
científicos a través de una nueva dinámica de desarrollo inteligente y
solidario. Esto quiere decir que deberíamos asociar el uso intensivo del
conocimiento para el desarrollo con una proyecto de sociedad solidaria,
igualitaria.
4.
Las
condiciones de implementación para una política de investigación vinculada a un
nuevo modelo de desarrollo inteligente y solidario
Un
modelo de desarrollo inteligente y solidario va a afrontar varias resistencias.
La primera dificultad proviene del marco cultural que no valoriza el uso
intensivo del conocimiento para resolver los problemas. Los gobiernos,
dictatoriales o democráticos, han abusado al infinito de la discrecionalidad,
del voluntarismo o del clientelismo. Sin planes estratégicos de desarrollo. Las
universidades se refugiaron en la formación de profesionales. Crear una nueva
conciencia de las posibilidades futuras con un modelo de desarrollo inteligente
sería una de las misiones históricas de las universidades sudamericanas en la
actualidad.
Ahora
bien, para definir un plan estratégico necesitamos saber hacia donde avanzan
las ciencias y las innovaciones tecnológicas. Necesitamos conocer y prever las
necesidades de la sociedad para estar en condiciones de responder a las
demandas y para contribuir como actores protagónicos a los objetivos de un plan
estratégico nacional. Las universidades juntas con el sistema nacional de
ciencia deberían realizar periódicamente un Observatorio de Ciencia, Tecnología
y Sociedad. No en términos de un organismo institucional sino de un programa
que periódicamente convoque a especialistas de distintas disciplinas para
realizar un diagnóstico y una prospectiva sobre los avances de las ciencias, de
las tecnologías y sobre las necesidades sociales.
Soy
consciente de que en América Latina es más fácil acertar con diagnósticos
pesimistas que con prospectivas inteligentes. La inercia de las burocracia
estatales, de las prácticas sociales autodestructivas o de las mentalidades
ineficaces es tremenda. Resulta más fácil predecir que los procesos de
integración regional van a fracasar que mostrar cómo podemos ser exitosos en
proyectos estratégicos de desarrollo regional. Es más fácil pensar que las
universidades nacionales van a seguir con sus propias lógicas dominantes que
imaginar nuevos caminos para involucrarlas en un proyecto de desarrollo inteligente
y solidario. Necesitamos enfrentarnos con
las actitudes y predicciones negativas autocumplidas.
En
1979, el economista keynesiano Kenneth Galbraith, que fue asesor del Presidente
Kennedy, escribió el libro sobre “El
orígen de la pobreza de masas” y destacó que entre los factores que determinan
el círculo vicioso de la reproducción de la pobreza se encuentra el hecho de
que las clases dirigentes de los países subdesarrollados se acostumbran a
pensar de manera subdesarrollada. Yo creo que las universidades argentinas
tienen la misión de luchar contra ese estigma abriendo caminos para crear
futuros diferentes para el país. Pero para lograr ese propósito tienen que
luchar primero contra su propia cultura dominante que no valoriza el uso del
conocimiento en la resolución de los problemas.
Al
final de la guerra civil 1861-1865 en Estados Unidos el gobierno federal quería
resolver el problema de la penuria de alimentos y ofreció tierras a las
universidades con una condición: que las explotaran y aportaran innovaciones
técnicas a fin de modernizar la agricultura. Con esto Estados Unidos se
convirtió en poco tiempo en la primera potencia agrícola del mundo. El programa
de los Land Grant Colleges que dieron lugar a la creación de las facultades de
agronomía mostró el poder de las universidades para generar actividades y
conocimientos provechosos para el bienestar de la Nación.
En
Argentina, podríamos adoptar un programa de desarrollo regional de nuestros
espacios interiores mediante un consorcio para el despliegue de un sistema
ferroviario que nos conecte desde el Atlántico al Pacífico y desde la Patagonia
hasta los confines de la Amazonia. De hecho ya se han formulado proyectos en
esta dirección, tanto a nivel del nordeste de Brasil, como a la altura de
Paraguay, Brasil, Bolivia o en el corredor transpatagónico. Podríamos optimizar
estas prospectivas involucrando a las universidades y centros de investigación
en un plan estratégico para los próximos treinta años que nos permita potenciar
nuestro dominio de los espacios interiores, mejorar las redes de transporte
fluvial y ferroviario, disminuir la dependencia de los combustibles fósiles,
bajar el costo de la factura energética y movilizar el aprovechamiento de
nuestros recursos humanos calificados. Esto no es utópico, todo lo contrario,
puede resultar un buen negocio donde todos ganan: las poblaciones, el Estado,
la economía. ¿Por qué no pueden las universidades convocar a los distintos
actores involucrados para consensuar y coherentizar proyectos estratégicos como
el mencionado?
Convocar a los actores
involucrados para fortalecer la formulación de proyectos de desarrollo
estratégico para los próximos treinta años podría ser una manera efectiva de
potenciar nuestras posibilidades futuras mediante la movilización de nuestros
recursos universitarios, científicos y sociales.
En
el marco de una visión estratégica para el desarrollo regional podríamos
identificar las prioridades para las políticas universitarias, de investigación
y de innovación tecnológica. Esta es otra cuestión crucial: no podemos seguir
expandiendo sin objetivos estratégicos definidos nuestras actividades
universitarias o científicas.
Un
factor muy importante a tener en cuenta es el hecho de que por falta de
políticas para aprovechar intensivamente nuestros recursos humanos altamente
calificados el país padece por un lado de una gran emigración de gente
calificada y una gran subocupación, sobre todo en el sector público, de los
profesionales, científicos y técnicos.
Por
otro lado, en los últimos cincuenta años se puede constatar que debido a los
cambios constantes de gobiernos y políticas, la mayoría de los becarios,
investigadores de alto nivel y doctores de todas las disciplinas se vieron
obligados a buscar oportunidades en el extranjero. Hacia 2006 cerca de 5.500
doctores sobre unos 11.000 trabajaban en el exterior. Y más de 100.000
graduados de la educación superior emigraron en las últimas décadas. Según el
informe del Indec, Perfil migratorio de
Argentina – 2012, los emigrados argentinos sumaban en ese año 971.668
personas. Si cada graduado nos cuenta
más de 30.000 dólares podemos imaginar el costo y la contradicción que
significa para países subdesarrollados exportar gratis miles de recursos
humanos de alto nivel. Estamos subsidiando a países ricos con el drenaje de recursos
humanos calificados porque no tenemos
políticas para aprovechar efectivamente nuestro capital intelectual.
Crear el consenso
estratégico, definir prioridades, desarrollar centros y proyectos de
excelencia, fortalecer la capacidad para interactuar con los actores económicos,
sociales y estatales deberían ser los propósitos básicos para una política de
investigación de las universidades y de los centros del sistema científico
nacional.
En
el marco de estos objetivos vamos a descubrir que los temas de investigación
pertinentes pueden cambiar de manera significativa. Si nos preparamos para
nuevos entornos en el sistema de transporte podremos encontrarnos que
necesitamos más investigación, más ingenieros y más tecnólogos en nuevas
orientaciones. Si modernizamos y universalizamos el sistema de salud para todos
encontraremos que vamos a necesitar profundizar el uso de las biotecnologías, o
la formación de administradores sanitarios o la creación de nuevas
especialidades como ingeniería médica o terapistas genéticos. Esto muestra que
la actitud prospectiva es esencial para definir proyectos de investigación y de
formación de recursos humanos altamente calificados.
5.
El
futuro es incierto pero nuestra capacidad para administrar las incertidumbres
puede ser un factor decisivo para el éxito.
Hace
ya más de dos milenios que la filosofía budista enseña que la contingencia rodea
la condición humana. Los analistas actuales del mundo global llegan a la misma
conclusión: el futuro está lleno de incertidumbre porque en el mejor de los
casos si mejoran nuestros conocimientos científicos y nuestras capacidades
tecnológicas muchas cosas tienden a cambiar. En el peor de los escenarios las
catástrofes sociales, ecológicas o económicas pueden modificar el mapa del
mundo de manera dramática.
Lo
propio del ser humano es realizar proyectos. Estamos condenados a elegir
nuestros fines y a intentar alcanzarlos. Las posibilidades de éxito dependen de
la medida en que percibimos y controlamos adecuadamente nuestras realidades.
Una de las amenazas más frecuentes de nuestras sociedades sudamericanas han
sido las equivocadas visiones de la realidad por parte de las clases
dirigentes.
Es
verdad que no podemos estar seguros de lo que sucederá en el futuro. Esto no
impide que tengamos proyectos. Es más: nuestras posibilidades de éxito dependen
de la capacidad para tener proyectos. Por otro lado, el hecho de que tengamos
que asumir la incertidumbre no nos impide formular hipótesis y planes adecuados para mejorar nuestras condiciones de
vida. La actividad científica está signada, como mostró Karl Popper, por el
hecho de que todas las teorías científicas son refutables. No vivimos en la
certeza, es cierto, pero podemos administrar correctamente la incertidumbre.
Con todo esto lo que queremos decir en
definitiva es que las universidades sudamericanas necesitan por un lado asumir
la complejidad y la incertidumbre de los escenarios prospectivos, pero por otro
lado, tienen la misión y la posibilidad de crear políticas de conocimiento que
nos permitan enfrentar de la mejor manera posible nuestros futuros. Esta seria
a mi entender la actitud conveniente de nuestras universidades para construir
un modelo de desarrollo inteligente y solidario.
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