martes, 26 de septiembre de 2017
Conferencia Facultad de Medicina Universidad Nacional del Nordeste
FACULTAD
DE MEDICINA
Universidad
Nacional del Nordeste
14
de septiembre de 2017
Conferencia:
BIOPOLÍTICAS Y POLÍTICAS DEL
CONOCIMIENTO EN LA ERA DEL ANTROPOCENO
Dr.
Augusto PÉREZ LINDO, Ph.D., Profesor del Doctorado en Políticas y Gestión de la
Educación Superior de la UNTREF
Si
como dice el biólogo Humberto Maturana “vivir es conocer” podemos decir que
recíprocamente “conocer es vivir”. Desde esta perspectiva las políticas del
conocimiento son tan decisivas como las biopolíticas para el bienestar de las
sociedades. Por otro lado, para los
profesionales de la salud y de las ciencias biológicas hoy más que nunca es
necesario mantener una visión actualizada de los conocimientos científicos y de
los cambios que se producen en la sociedad respecto del sentido de la vida.
Desde
la Modernidad, con el Iluminismo, se afirma que “el saber es poder”, como
sostuvo Francis Bacon. El punto de vista
intelectualista ya había sido asumido por Buda, Platón y otros filósofos desde
la Antigüedad. Las vinculaciones profundas entre la evolución de los seres
vivientes y el conocimiento ya eran reconocidas por las culturas primitivas donde los brujos
de la tribu tenían entre sus atributos la autoridad de los saberes y la capacidad
para curar enfermedades.
En
la actualidad se dice que entramos en la sociedad del conocimiento porque las
economías y las sociedades dependen de las tecnologías y de las ciencias. Las
biotecnologías nos permiten reproducir y
modificar distintas formas de vida. Estamos creando un mundo sobrenatural. Parece
que tenemos el poder para transformar el mundo de acuerdo con nuestros
conocimientos.
Lo
que aparentemente resultaría la apoteosis de nuestra evolución contiene también
una amenaza. Estamos llegando al límite en nuestra relación con el medio
ambiente. Las catástrofes naturales y sociales se han puesto en el centro de
nuestro sistema planetario. Los informes científicos sobre el calentamiento
global son dramáticos y categóricos. Las
contaminaciones ambientales, la superpoblación del planeta, las explotaciones mineras, el consumo intensivo de hidrocarburos, entre
otros factores, amenazan todos los
equilibrios.
El
17 de septiembre de 2005, hace 12 años, Augusto Thibaud, un biólogo argentino,
profesor de la Universidad Nacional de Luján, murió en la Antártida cuando cayó
en una grieta de 80 metros. Estaba investigando los efectos del calentamiento
de las aguas sobre el derretimiento de los glaciares. Y certificó con su vida
la verificación de su hipótesis. Su muerte merece un recordatorio en esta
conferencia porque buscaba en su investigación científica una respuesta frente
a las amenazas a la vida que se encerraban en los procesos del calentamiento
global.
Estamos
condenados a vivir y sobrevivir mediante el uso de conocimientos. Es decir,
necesitamos de las ciencias y de las tecnologías para asegurar nuestro futuro.
Y por otro lado, contradictoriamente, son los usos del conocimiento aplicado a
la economía o al funcionamiento de la sociedad los que nos amenazan con la
autodestrucción. Estos dilemas ya fueron enunciados por los antiguos griegos en
el mito de Prometeo. Conocer es vivir,
pero también utilizamos el conocimiento para destruir y para autodestruirnos.
De hecho, cerca del 50% del gasto mundial en investigación esta relacionado con
armamentos, defensa y seguridad.
Conocer
es vivir, vivir es conocer, pero cuáles son las articulaciones virtuosas entre
estas dos dimensiones?. La Ecología surgió hacia 1869 con Haeckel para defender
una visión holística de las relaciones entre
la sociedad y el medio ambiente. En el siglo XIX en Europa surgieron las
primeras políticas tendientes a establecer políticas sanitarias que permitieran
controlar el comportamiento de las poblaciones. Michel Foucault vió en esto el
surgimiento de una política de control social, que denominó “biopolítica”. El
bioquímico Van Resselaer Potter creó el concepto de la Bioética en 1971 a
partir de su ensayo “Bioética, un puente hacia el futuro”. Quería prever ante
todo los efectos perversos de los productos químicos y farmacéuticos
Podemos conjeturar que la aparición de teorías
sobre los procesos del conocimiento, las biociencias y sus efectos sobre la
sociedad pueden ser los correlatos del comienzo de la Era del Antropoceno. Esta
denominación surgió en el Congreso
Internacional de Geología que tuvo lugar en Sudáfrica en septiembre de 2006. De
acuerdo con esta teoría a partir de 1950
estaríamos en la etapa evolutiva donde
la intervención humana ha modificado la constitución de la naturaleza como se
puede constatar por los efectos de las explosiones nucleares, de la
contaminación del aire, de la destrucción de millones de árboles, de los
residuos de plástico, etc. Dejamos atrás
el Holoceno que duró unos 12.000 años. Ahora en el corazón de las montañas y en los
mares, en los bosques y en las llanuras, en los cielos y en los glaciares, se
sienten los impactos de nuestra civilización.
Sería
coherente reconocer que a escala global necesitamos políticas que orienten los
usos de las ciencias y de las tecnologías y que necesitamos al mismo tiempo biopolíticas
que nos lleven a crear condiciones de bienestar para todos. En Naciones Unidas
esta preocupación dio lugar a varias declaraciones internacionales reclamando
la instalación de un modelo de desarrollo sustentable.
Uno
pensaría que resulta ilusorio pensar que las comunidades académicas y
científicas puedan influir en el curso de los procesos globales. Sin embargo, fueron
los científicos y universitarios los que llamaron la atención sobre la
necesidad del desarme nuclear en los años de 1970. En la década siguiente Estados
Unidos y la Unión Soviética fueron llevados a firmar acuerdos para el desarme
nuclear debido a la presión de la opinión pública.
Fueron
también científicos, universitarios y gente común, los que desde los años de
1980 vienen presionando por todos los medios y con movilizaciones crecientes
para frenar la contaminación ambiental, para impedir la destrucción masiva de
bosques y de peces, para controlar los impactos de las empresas mineras y
petroleras. Fueron los investigadores de todo el mundo apoyados por miles de
organizaciones sociales los que realizaron el diagnóstico sobre el
calentamiento global y permitieron avanzar en los acuerdos de Tokyo y de Paris.
Peter
Drucker, en su libro “Nuevas realidades” (1990) afirmaba que la creación de una
economía mundial fundada en el uso de las ciencias y las tecnologías tenía como
consecuencia la creación de un nuevo proletariado que él denominó el
“cognitariado”. Los universitarios, los investigadores, los técnicos y
profesionales forman parte de este nuevo proletariado. O sea, son actores
globales. Pueden influir también en el curso de los acontecimientos. En la
actualidad podemos observar, por ejemplo, como pequeños grupos o individuos con
conocimientos técnicos adecuados pueden crear programas para influir sobre los
individuos a nivel de las redes sociales, pueden también generar efectos
perversos paralizando o alterando computadoras de millones de individuos o de
organizaciones.
¿Por
qué deberían converger las políticas del conocimiento y las biopolíticas? Si el
futuro depende de las aplicaciones de las ciencias y de las tecnologías es
evidente que necesitamos establecer orientaciones adecuadas para el uso social
de esos conocimientos. En primer lugar, porque sabemos que con el capital
intelectual existente podríamos resolver problemas tales como el hambre, la
pobreza y las enfermedades masivas. Si hay hambre no es porque faltan alimentos
sino porque faltan políticas sociales adecuadas. Disponemos de los
conocimientos necesarios para multiplicar la producción de alimentos.
En
segundo lugar, las biotecnologías alcanzaron un nivel de desarrollo que las ha
vuelto capaces de redefinir campos tan diversos como la producción
agropecuaria, la medicina, los sistemas de salud, la industria farmacéutica, las
neurociencias, los sistemas de aprendizaje, la matriz energética, etc. También
podemos observar que las empresas bio-médicas han crecido vertiginosamente en
los últimos años.
Desde
la década de 1930 (con el Círculo de Viena) los epistemólogos vienen intentando
explicar las condiciones de la creación y de la acreditación de los
conocimientos científicos. Desde fines del siglo XX se va imponiendo la idea de
que las comunidades científicas y académicas tienen que ser capaces de reflexionar
sobre su propia praxis mediante procesos de autoevaluación. Edgar Morin habla
de la ciencia con conciencia, de la “antropología del conocimiento”. Se trata en todo caso de un proceso que nos
lleva a establecer “políticas de conocimiento” para controlar intencionalmente
lo que estamos investigando y las innovaciones que estamos creando. En esta
línea han surgido en las últimas décadas
los estudios sociales de la Ciencia que dieron lugar a los programas de Ciencia,
Tecnología y Sociedad.
Desde
mediados de la década de 1990 se han venido estableciendo en Argentina pautas
para direccionar la investigación hacia problemas críticos, objetivos
estratégicos o temas vacantes. Esto ya
está incorporado al corpus de la cultura
científica y universitaria en el país y en el extranjero. Sin embargo, sigue
siendo problemático definir las prioridades o detectar los temas vacantes en
los avances de las ciencias.
En
nuestro caso, a pesar de las múltiples declaraciones, todavía no está claro
como la comunidad científica y universitaria enfrenta las condiciones del futuro.
¿Cuál es el sistema de salud que necesitamos para el siglo XXI? ¿Cómo superar el problema social de la pobreza con un modelo
de desarrollo inteligente y solidario? ¿Qué política industrial debemos adoptar
teniendo en cuenta el cambio en la matriz energética? ¿Cómo podemos
industrializar la basura de nuestras ciudades para terminar con situaciones
sanitarias y sociales que podrían resolverse rápidamente con tecnologías
disponibles? ¿Cómo diseñar nuevos sistemas de
transporte ferroviario, aéreo, fluvial y marítimo pensando en el futuro
y utilizando nuevas tecnologías? ¿Cómo mejorar y desburocratizar los organismos
públicos?
La
capacidad que tenemos en Argentina para planificar hacia el futuro es muy baja.
Vivimos en la coyuntura, en las próximas elecciones, en las fluctuaciones del
dólar, en los conflictos políticos. En 2007 la Secretaría de Ciencia y
Tecnología se organizó un ejercicio prospectivo para el 2020 tomando una serie
de sectores de la realidad argentina. Ninguna agencia estatal y ninguna
organización empresaria o sindical recurrió a estos estudios a fin de establecer
políticas para anticipar el futuro.
El
potencial científico, técnico, profesional de la Argentina es muy importante.
Mañana presentaremos aquí un libro que acabamos de publicar en Eudeba donde ofrecemos datos sobre el potencial
científico y universitario. Tenemos cerca de 3 millones de estudiantes en la
Educación Superior, más de 60 mil investigadores, cerca del 25% de la Población
Económicamente Activa tiene estudios superiores. Pero en contrapartida tenemos unos 300.000 graduados universitarios y cerca de 4.500 doctores de todas las disciplinas
trabajando en el extranjero. Lo que quiere decir que sufrimos un gran
desaprovechamiento del capital intelectual disponible. Y esto se refleja en
nuestro subdesarrollo.
Uno
podría pensar que en las universidades se percibe con claridad la importancia
de las políticas del conocimiento. Pero no es así. Pese a que casi todas las
universidades tienen dependencias que se ocupan de los programas de
investigación, no existen políticas del conocimiento en el sistema
universitario. Quiere decir que tenemos un potencial científico y técnico que
no aprovechamos suficientemente porque no establecimos políticas para aplicarlo
en la resolución de problemas del país. El problema es que carecemos de una
“inteligencia colectiva”, trabajamos y pensamos de manera atomizada,
compartimentada.
En
nuestro país, como en otros de América Latina, padecemos el problema de la
recolección y destino final de la basura. Sin embargo, estamos en condiciones
de organizar en tres años la
industrialización de la basura en todas las comunas del país. Disponemos de los
profesionales y de las técnicas adecuadas. Podrían concertarse todas las
facultades de ingeniería, los municipios y los gobiernos provinciales y armar
consorcios para terminar con los
basurales, con los sistemas primitivos de recolección y eliminación de la
basura, con sus consecuencias sanitarias y sociales perversas. Además, podría
ser un buen negocio que amortizaría rápidamente los costos del programa. ¿Por
qué no lo hacemos? Porque las universidades no presentan una propuesta y porque
existen resistencias e intereses diversos para mantener la situación actual.
¿Cuántas
propuestas de las facultades de Medicina existen para transformar el sistema de
salud? ¿Cuáles son las políticas de industrialización que proponen nuestras
universidades? ¿Cuánto contribuyen las universidades al desarrollo nacional y
regional? Para responder a estas y otras preguntas semejantes necesitamos elaborar
políticas de conocimiento y crear un consenso estratégico entre los actores
sociales. Esto convertiría a las universidades en agentes de desarrollo.
Si
nos situamos en el lugar de las Facultades de Medicina podríamos imaginar algunas
iniciativas para mejorar el sistema de salud y el desempeño de los
profesionales de la salud.
1°.
Fortalecer la articulación de los efectores en el sistema de salud para bajar
los costos y lograr una atención sanitaria universal y equitativa como en la
Unión Europea;
2°.
Desarrollar un modelo de Atención de la Salud 24 horas online en todo el país;
3°.
Impulsar la investigación biotecnológica aplicada a las ciencias de la salud a
fin de mejorar la calidad de vida de la población;
4°.
Favorecer la formación transdisciplinaria de los profesionales de la salud, de
los bioquímicos, psicólogos, biólogos, ecólogos, sociólogos y otros
profesionales que se interesan en la calidad de vida de la población. Esto
implica adoptar un modelo curricular flexible y abierto como en el Proceso de
Bologna que involucra a 54 países de Europa.
Pero
hay otras razones para adoptar biopolíticas en la investigación y en la
enseñanza de las ciencias de la salud: necesitamos enfrentar en el mundo actual
las tendencias agresionistas y autodestructivas. El número de homicidios, los
hechos de violencia escolar, los actos terroristas, los femicidios, el
asesinato de niños con fines comerciales, los suicidios de jóvenes, la muerte
de miles de personas por sobredosis de drogas, se reflejan en indicadores que
afectan a más de 4 millones de personas por año. Esto muestra la gravedad de
los atentados contra la vida que estamos sufriendo.
Nunca
como ahora los profesionales de la salud han estado tan cerca de las
manifestaciones agresivas y autodestructivas porque a veces son alcanzados en
los hospitales por individuos que pretenden golpearlos. Nunca como ahora pueden
observar que miles de jóvenes y adultos destruyen voluntariamente su vida por
la adicción a las drogas o por desviaciones criminales. El nihilismo social, la
negación de la vida y de la convivencia social, avanza de múltiples formas: en
la vía pública, en las escuelas, en la actividad políticas, en las expresiones
culturales, en los medios de comunicación, en Internet, en los focos de
conflictos armados.
Algunos,
como Kenneth Galbraith denominaron a esta época como “la era de la
incertidumbre”. Gilles Lipovetzky, filósofo posmoderno, habla de la “era del
vacío”. James Lovelocke, desde el
ecologismo radical, presagia el derrumbe de la civilización industrial y del
planeta. Profecías escatológicas y apocalípticas hay de todos los gustos.
Circulan por Internet videos o dibujos animados con las visiones más
siniestras. E inclusive se han formado tribus urbanas de jóvenes nihilistas,
agresivos o suicidas. A la crisis de las relaciones sociales se le añade la
pérdida del sentido de la vida.
Como
agente de las políticas del conocimiento la misión inherente de la universidad
en esta era de crisis de las relaciones sociales, sería la de sostener la
cultura de la vida. Las biopolíticas aparecen como respuestas adecuadas para
afrontar diversos problemas mundiales:
·
El hambre y la pobreza extrema que afecta a
casi mil millones de personas
·
El desarrollo de biotecnologías capaces de incrementar las
producciones agropecuarias y de curar enfermedades humanas, pero también de modificar
peligrosamente la reproducción natural de la vida
·
Las tendencias agresionistas y nihilistas de
diverso orden que amenazan la vida de los individuos y las relaciones sociales.
Para
las ciencias de la salud la biopolítica pertinente debería ser la de investigar
y resolver problemas relacionados con la calidad de vida de los individuos y de
la sociedad en general.
Si
nos ubicamos frente al nihilismo social que nos amenaza es evidente que
necesitamos crear una nueva consciencia social. En su libro “La evolución
creadora” el filósofo francés Henri Bergson introdujo la idea del “impulso
vital” como la fuerza que anima todos nuestros procesos sociales. Por su lado,
antropólogos e historiadores han destacado que los grupos humanos elaboran una
cierta “inteligencia colectiva” para enfrentar sus desafíos y evolucionar.
Ahora nos hace falta fortalecer el
aspecto vital de nuestra inteligencia colectiva si queremos evitar mayores
catástrofes.
Cuando
un pueblo o una sociedad carece de políticas de conocimiento y de biopolíticas
adecuadas se encuentra en peligro. Es el caso de muchas sociedades en el mundo
actual y en particular de la nuestra. Si esto es así parece que la misión
histórica de las universidades debería ser la de fortalecer la inteligencia
colectiva y las biopolíticas tendientes a lograr un bienestar colectivo. Lo que
supone la búsqueda de un consenso estratégico para definir un modelo de
desarrollo con uso intensivo del conocimiento y con un fuerte sentido de la
vida.
Entre las facultades de Medicina de Argentina
se han establecido estándares comunes para acreditar las carreras. Esto
permitió también avanzar en la construcción de un curriculum común para las
profesiones médicas en el Mercosur. Hubo avances en las definiciones sobre el
perfil de la profesión médica. Pero aún resta por acordar puntos de vista sobre
el conjunto de los profesionales que intervienen en los problemas de la salud.
Pensando
en el presente y en las próximas décadas para nuestro país es evidente que
deberíamos aprovechar al máximo todo el potencial educativo, científico y
técnico de que disponemos para crear otro modelo de desarrollo con uso
intensivo del conocimiento y con un enfoque igualitario. ¿Cómo lograr esto a
nivel del sistema de salud? Tendríamos que ilustrarnos con la experiencia de
los países de Europa del Norte sin olvidar que tenemos contextos de pobreza y
desorganización muy peculiares.
También
deberíamos preguntarnos qué podemos aportar desde las Biopolíticas para
revertir las tendencias agresionistas de nuestra sociedad. Las facultades de
ciencias de la salud tienen que intervenir en los medios de comunicación para
neutralizar toda la cultura agresionista que circula en la televisión y en
Internet. Han surgido informalmente espacios o páginas web destinadas a
difundir conocimientos médicos, psicológicos, farmacéuticos y otros. Las
Facultades de Ciencias de la Salud tienen que ocupar un espacio permanente en
la cibercultura, deberíamos tener hospitales online cuyo principio orientador sería
difundir la cultura de la vida.
Desde
el punto de vista de las políticas del conocimiento necesitamos saber cuál será
el perfil del médico, de las enfermeras, de los bioquímicos, de los psicólogos,
de los odontólogos y de los distintos especialistas en los próximos diez,
veinte o treinta años. Todavía no estamos asimilando los impactos que sobre
estos campos están teniendo las investigaciones genéticas, de la biología
sintética, de las biotecnologías o de la
bio-informática.
Ya
están entrando en el mercado profesional los ingenieros médicos o los
bio-ingenieros, un híbrido entre las ciencias de la salud, la ingeniería
informática y las biotecnologías. Deberíamos disponer de un informe periódico
cada tres años sobre la evolución de las profesiones, las ciencias, las
tecnologías y las necesidades de la sociedad. A partir de este Observatorio
podríamos definir mejor los proyectos de investigación, los cambios
curriculares, el perfil de los docentes y los servicios a la sociedad.
Conocer
es vivir, vivir es conocer. Esto es válido tanto a nivel de los organismos
unicelulares como a nivel de las complejas organizaciones humanas. Para
nosotros las políticas del conocimiento son tan importantes como las
biopolíticas sin queremos sobrevivir en la Era del Antropoceno. Asumir este
nuevo paradigma implica repensar el perfil de los profesionales de la salud,
reformar las estructuras institucionales, enfrentar nuevos objetos de
investigación.
Todos
los graduados universitarios, y en general todos los ciudadanos de esta Era
Global, debemos pensar en las políticas del conocimiento que pueden definir
nuestro desarrollo y nuestro futuro. Pero estamos acostumbrados a creer que en
el sistema mundial solo se juegan objetivos políticos, económicos o militares. Deberíamos familiarizarnos con los estudios
sociales de la ciencia para participar en la construcción de un modelo de
desarrollo inteligente y solidario.
Por
sobre todas las cosas debería preocuparnos el futuro de nuestros jóvenes y la compleja
trama de crisis que amenazan sus posibilidades de una vida digna. Socializar a
los jóvenes constituye más que nunca una misión central de la universidad.
Brindarles valores, competencias cognitivas y sociales, más allá de la especialidad
que elijan debería ser el centro de la formación básica universitaria. De
hecho, la formación humanista ha renacido en Europa, en Asia y en América.
Vivir es conocer, conocer es vivir, esto quiere decir que el camino de la
superación de los desafíos actuales pasa por el conocimiento y por la
consciencia de la vida.
Artículo sobre Bioética y fracaso escolar en Revista de la Unesco
Rev.Redbioética/UNESCO, Año 7, 1 (13): 121 - 121 enero - junio 2016
ISSN 2077-9445
107
Biopolíticas, fracaso escolar
e inclusión juvenil - Perez Lindo, A.
Revista de
la Red de Bioética UNESCO www.redbioética.unesco.org
BIOPOLÍTICAS,
FRACASO ESCOLAR E INCLUSIÓN JUVENIL
AUGUSTO PEREZ LINDO*
RESUMEN: Se trata de mostrar como los fracasos académicos y la deserción
escolar son consecuencia de la ausencia de biopolíticas, orientadas a proteger
e integrar a los jóvenes en la sociedad. El caso argentino muestra que no basta
con ampliar la accesibilidad para lograr la inclusión social. Al mismo tiempo
que se promueve la accesibilidad a la Educación Superior el índice de deserción
académica asciende casi al 80%. También la deserción escolar es alta a nivel
primario y secundario. Intervienen varios factores. Pero sobre todo faltan
políticas coherentes para favorecer las trayectorias de vida de los jóvenes. Lo
cual se manifiesta hoy en todos los continentes con distintas evidencias. Para
superar la negación del futuro de los jóvenes hace falta un nuevo modelo de
desarrollo inteligente guiado por una biopolítica de protección de la vida.
Palabras claves: biopolíticas, fracaso académico, deserción escolar,
desarrollo inteligente
Abstract : The purpose of this article is to show as
academic failures and dropouts are the result of the absence of
biopolitics aimed at protecting and
integrating young people in society. The Argentine case shows that not enough
to increase the accessibility to achieve social inclusion. While accessibility
to higher education is promoted, academic dropout rate rises almost 80 %. The
school dropout rate is high at primary and secondary level. Several factors are
involved. However, mostly they lacking coherent policies to promote the life
trajectories of young people. Which is manifested today in all continents with
different evidences. To overcome the denial of the future of young people need
a new model of smart development guided by a biopolitics protection of life.
Key words:
biopolitics, academic failure, drop-out, intelligent development
RESUMO : Este artigo tem como objetivo mostrar como falhas acadêmicas e desistentes são o resultado da ausência da biopolítica , destinada a proteger e integração dos jovens na sociedade. O caso argentino mostra que não é suficiente para aumentar a acessibilidade para alcançar a inclusão social. Enquanto a acessibilidade ao ensino superior é promovido taxa de abandono escolar sobe quase 80%. A taxa de abandono escolar é alta no nível primário e secundário . Diversos fatores estão envolvidos . Mas, principalmente, eles falta de políticas coerentes para promover as trajectórias de vida dos jovens . Que se manifesta hoje em todos os continentes, com diferentes manifestações . Para superar a negação do futuro dos jovens precisa de um novo modelo de desenvolvimento inteligentes guiadas por uma proteção biopolítica da vida.
Palavras chave:
biopolítica, fracasso académico, evasão escolar, desenvolvimento inteligente
* Dr. en
Filosofía. Profesor del Doctorado en Políticas y Gestión de la Educación
Superior Universidad Nacional de Tres de Febrero, Argentina. perezlindo@gmail.com
La biopolítica supone un
vínculo estrecho entre la evolución natural, la consciencia moral, la
socialidad y el bienestar colectivo. No se pueden entonces disociar las
políticas educativas y sociales de las funciones vitales. J.
P. Changeux, Sobre lo verdadero, lo
bello y el bien, Katz, Madrid, 2010
I.
Biopolíticas y
desarrollo
Los ecologistas han señalado con acierto que la
civilización industrial, capitalista o socialista, creó un antagonismo con la
naturaleza y favoreció la destrucción de vida de diversas maneras: guerras,
devastaciones, contaminación ambiental, destrucción de especies animales,
genocidios, etc. En las últimas décadas la Humanidad está tratando de hacer un
“giro vital” (no solamente ambientalista) para que los actores sociales
protejan las condiciones de vida de los humanos y del resto del entorno
natural.
El concepto de biopolítica comprende problemas
bioéticos, discusiones sobre los alcances de las biotecnologías, replanteos
sobre las condiciones de la vida humana, debates sobre el futuro de la
robotización y la inteligencia artificial. Mientras la bioética atiende
problemas de decisiones cruciales en casos determinados, la biopolítica es el
campo donde se definen las grandes orientaciones para el mejoramiento de la
vida en la sociedad, tanto en las relaciones sociales como en las relaciones
con el medio ambiente.
El término “biopolítica” fue acuñado por Michel Foucault
en su libro “La voluntad de saber” en
1976. Aplicó este concepto para definir el nacimiento de nuevas prácticas
políticas de las burguesías dominantes en la Europa occidental del XVIII. Estas
prácticas consistían en planificar, controlar, el uso de los cuerpos y de la
vida de los individuos en función de los objetivos económicos. O sea, la
biopolítica como instrumento de control social y como herramienta para
maximizar el potencial humano en función del crecimiento económico.
El punto de vista que adoptamos nosotros comporta
un giro semántico: el concepto de biopolítica en la actualidad constituye un
campo de estudios y de principios que abarcan una variedad de problemas
bioéticos, biotecnológicos, bioeconómicos, biosociales. Esto se refleja en la
Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO (2005)
Se trata de la culminación de un proceso donde
primero se buscó proteger los derechos individuales, luego los derechos
sociales, luego las identidades culturales, las
mujeres, las minorías, el medio ambiente y
finalmente las condiciones de vida. Desde este punto de vista entendemos que
inclusive las políticas sociales deben adoptar un enfoque biopolítico para
evitar que las campañas contra la pobreza o la exclusión o el hambre se
conviertan en meros paliativos para mantener a las poblaciones en condiciones
de supervivencia. Lamentablemente hemos visto en América Latina y también en África
que las meras políticas de asistencia social no resuelven los problemas que se
proponen enfrentar. Lo que está en juego
es brindar posibilidades equivalentes de vida a todas las poblaciones.
II.
El fracaso
escolar y académico como problema biopolítico
La sociología de la educación se ha ocupado mucho
de la deserción escolar y los fracasos académicos en los últimos años. Como una
de las respuestas aparecieron “políticas remediales” (incentivar a los alumnos,
capacitar a los docentes) que no consiguieron superar el problema. Lo que
muestran las experiencias de los países del sudeste asiático es que la motivación de alumnos y profesores crece
y consigue resultados favorables cuando las expectativas de mejoramiento de las
condiciones de vida son altas. Lo cual muestra que lo que está en juego va
más allá de los problemas pedagógicos: se trata de adoptar estrategias de
desarrollos congruentes con una “biopolítica” positiva.
El caso argentino puede servir para demostrar la
insuficiencia de los enfoques “remediales” o “institucionales” cuando se trata
de enfrentar un problema como el fracaso escolar o la deserción académica en
gran escala.
De acuerdo con la “Síntesis de Información
Estadísticas Universitarias Argentina de la Secretaría de Políticas
Universitarias (www.me.gob.ar/spu) la tasa bruta de acceso a la escolarización superior en Argentina llega
al 54,5% de la población de 18 a 24 años en 2014. Una tasa de escolarización
superior bruta, que de acuerdo al rango de la OCDE (18-24 años) estaba por
encima del promedio de América Latina (Brasil: 22,7%, Chile: 46.2%; Uruguay:
40,5%) [1]
Ahora bien, hay que tener en cuenta que en el
pasaje de la escuela primaria a la escuela secundaria se queda el 40% y luego
se gradúa en la escuela secundaria un 40%. Por último, a nivel universitario se
gradúa entre el 17% y el 25% de los ingresantes (FANELLI: 2015; GUADAGNI: 2001;
EZCURRA: 2013; PARRINO: 2014).
En un análisis socio- estadístico tendríamos
entonces una doble lectura: por un lado una gran accesibilidad a la educación
en general y por otro lado un gran índice de fracaso escolar y académico. Lo
que Ana María Ezcurra caracteriza con un oxímoron: “la inclusión excluyente” (EZCURRA: 2013)
Se han buscado múltiples explicaciones para este
fenómeno: deficiencias de los docentes, déficits cognitivos y lingüísticos de
los alumnos, condiciones sociales desfavorables, falta de políticas pedagógicas
de las instituciones educativas. Lo cierto es que la deserción escolar
constituye una catástrofe pedagógica y social.
Entre las explicaciones del fracaso escolar y
académico podemos encontrar aquellas que atribuyen a una “lógica” del sistema
escolar el fenómeno de la expulsión (drop-out) como parte de la exclusión
social. (EZCURRA: 2013). Pero en el caso argentino lo extraño es que todos los
gobiernos del período democrático (1983 – 2015) han proclamado sus intenciones
de favorecer el acceso a la educación y de hecho lograron ampliar la pirámide
educativa en todos sus niveles.
La deserción escolar y académica de los jóvenes no
es un problema meramente “funcional” o meramente “pedagógico”. Se trata de una
política que descuida o ignora el hecho de que los jóvenes necesitan una
“biopolítica” específica para ser atendidos exitosamente en el sistema
educativo y social. En este caso como en el de la discriminación de las mujeres
o de los viejos o de las minorías étnicas, encontramos un “ocultamiento”, una
“opacidad” del problema.
Se trata de un problema que ya había señalado
UNICEF en su informe de 2007 sobre “La violencia contra los niños, niñas y
adolescentes. Magnitud y desafíos para América Latina. Resultados del estudio
mundial de violencia” [2]
Alli se afirma: “según estimaciones disponibles, cada año más de 6 millones de
niños/as sufren abuso severo de en los países de la región y más de 80.000
mueren a causa de la violencia doméstica”.
[3]
¿Vamos a redescubrir el tema “generacional” que
estuvo en el centro de los movimientos juveniles de los años de 1968 y 1970?
Aquí no se trataría simplemente de los jóvenes que quieren renovar el poder o
transformar la sociedad. Aquí se trata de explicitar las actitudes que los
responsables de las instituciones tienen respecto al destino escolar de los
niños y jóvenes. Y esto involucra tanto a los responsables del Estado como a
los dirigentes de entidades privadas o de los sindicatos. En general no se
“visibiliza” el daño a futuro que las prácticas institucionales tienen sobre el
desempeño escolar y social de los niños y jóvenes.
En cierta manera se trata de una “denegación del
futuro” que los adultos tienen respecto a los menores. Algo que el
psicoanalista Arnaldo Ravkovsky interpretaba como una tendencia al “filicidio”.
(RASCOVSKY: 1984: 1992). Según su expresión más categórica “El asesinato de los
hijos está en el origen de nuestras culturas”. [4] El
descubrimiento del “síndrome del niño apaleado” en 1962 le dio los primeros
indicios para sostener sus tesis.
Podemos encontrar distintas evidencias en cuanto a
la persistencia de procesos psico-sociales que configuran una “biopolítica”.
Procesos que niegan u ocultan la situación real de los niños, adolescentes y
jóvenes en cuanto a sus posibilidades de inserción y de éxito escolar. En este
artículo nos referimos en particular al caso de los estudiantes universitarios
pero esto puede aplicarse a otros niveles de la educación.
III.
La
biopolítica universitaria y el fracaso académico
Mi
desempeño durante más de veinte años como profesor titular de Filosofía en el
Ciclo Básico Común (CBC) de la
Universidad de Buenos Aires (1985 – 2006) donde ingresan anualmente más de
40.000 estudiantes, me permitió observar que los profesores prestan atención a
los problemas de aprendizaje tratando de enfrentar o de sortear los déficits
cognitivos de los alumnos. Por ejemplo, se creó un Taller de lecto-escritura
para compensar los déficits de competencias lingüísticas de los alumnos. El CBC
también pretendía reforzar las competencias argumentativas y la cultura
científica con una Introducción al Pensamiento Científico. O sea que existe una
consciencia de las dificultades manifiestas de los alumnos para realizar con
éxito sus estudios. Pero ni la universidad ni los profesores tuvieron entre sus
funciones el propósito de orientar psico-socialmente a los estudiantes en sus
dificultades de aprendizaje o de inserción en los estudios. La institución solo
puede ofrecer alternativas metodológicas o curriculares pero no tiene asumido
la necesidad de ocuparse de la situación de vida de sus alumnos.
De hecho, la “socialización” de los alumnos del CBC
se produce de manera intermitente pues deben concurrir a sus aulas en horarios acotados
y alejarse para dejar lugar a los ingresantes de otros turnos. Este es el
movimiento que se produce entre los distintos turnos entre las 7 horas de la
mañana y las 10 de la noche. Para un estudiante recién egresado del secundario,
para un estudiante extranjero, para un estudiante que trabaja, para un
estudiante con discapacidades, esto significa que nadie se ocupará de sus dificultades
para abordar con éxito el estudio. La masificación impide personalizar la
atención de los problemas individuales.
Estudiantes
dotados para analizar problemas complejos suelen abandonar porque no encuentran
una orientación psico-pedagógica-social adecuada. Ni hablar de jóvenes con
problemas de adicciones, prostitución, discapacidades, o de hábitat.
Normalmente, entonces, abandona el 40% de los
ingresantes en el primer año y de la misma cohorte sigue abandonando otro 10%
entre los que reingresan al año siguiente. La “desatención” del ingresante
resulta congruente con la desatención que se encuentran en otras instancias del
sistema educativo donde los problemas vitales pasan a segundo plano o no se
explicitan nunca. Todo se reduce, en el mejor de los casos, a cuestiones
metodológicas, didácticas o funcionales.
¿Por qué se produce esto? Porque el sistema no está
teniendo en cuenta las motivaciones, los contextos, las necesidades de los
alumnos. Los operativos de evaluación de la calidad de la enseñanza a nivel
nacional suelen buscar respuestas en las fallas de gestión institucional o en
las fallas de los profesores mal preparados. Se refuerza el currículo, se
imparten cursos de capacitación, se proponen nuevas didácticas. Pero nadie
propone un abordaje de la “situación de vida”, de los problemas que afrontan
existencialmente los jóvenes.
Se cree que la Universidad debe ocuparse de
impartir cursos para estudiantes capacitados para aprender. La mayoría de los
profesores piensa que no le incumbe ni a ellos ni a la universidad ayudar a los
alumnos a enfrentar los problemas de inserción en la vida adulta independiente
o de brindarles alguna orientación en sus problemas con la droga, el sexo, la
discriminación, la discapacidad o el desamparo habitacional. De hecho, tampoco
se ocupan de las dificultades de aprendizaje pues raramente existe una orientación
psico-pedagógica en las universidades.
Con estas observaciones estamos queriendo
argumentar que la universidad no se ocupa ni de las condiciones de vida ni de
las dificultades vitales que enfrentan los estudiantes. ¿Qué hacer si sabemos
que un número significativo de alumnas ejerce la prostitución para pagarse los
estudios? ¿Qué hacer si sabemos que un porcentaje superior al 10% de los
estudiantes se droga? ¿Qué hacemos si sabemos que muchos han perdido o no han
tenido un capital lingüístico suficiente para estudiar distintas materias?
Estas y otras cosas a veces se saben pero la institución y los profesores
consideran que no son de su incumbencia.
Aquí es donde se percibe una manera institucional
de pensar que va a tener consecuencias negativas para los alumnos. La
“neutralidad” o el desinterés frente a los problemas reales de los estudiantes
llevan inevitablemente a reproducir los fracasos académicos. Siguiendo los
análisis de Pierre Bourdieu en “La reproducción” (BOURDIEU: 1998) se puede
decir que el sistema escolar funciona como un mecanismo de segregación y
discriminación. No todos deben llegar a graduarse porque la división del
trabajo y las desigualdades requieren que un alto porcentaje realice las tareas
menos gratificantes. La “escuela” reproduce las desigualdades.
Aunque no compartimos el determinismo pesimista nos
parece significativo observar que entre 1983 – 2015 en Argentina el acceso a la
universidad se expandió significativamente mientras que la tasa de graduación
permaneció casi constante en un bajo nivel. En efecto, de acuerdo a datos de la Secretaría
de Políticas Universitarias la matrícula de la Educación Superior pasó de
481.746 alumnos en 1980 a 2.447.537 en 2010. O sea, se multiplicó más de cuatro
veces. [5] Pero
entre 1960 – 2010 la tasa de graduación oscila entre el 7% si se compara el
número de estudiantes por el número de egresados y el 30% si se comparan
ingresantes con egresados. La inercia social parece imponerse de manera constante
a pesar de las crisis y cambios de gobierno.
IV.
¿Qué hacer con
los jóvenes?
La socialización de los jóvenes está en el centro de los dilemas que
afronta la sociedad actual. En Europa Occidental cerca del 25% de los jóvenes
menores de 24 años ni estudia ni trabaja. En Corea del Sur no saben qué hacer
con los jóvenes graduados sin trabajo. En los países de África, Medio Oriente o
la India el porcentaje de jóvenes menores de 30 años supera el 25% y muchos se
ven obligados a emigrar. Si en términos biológicos el futuro de la Humanidad
depende de las nuevas generaciones es evidente que el orden mundial vigente no
está funcionando para darles un lugar en el mundo.
En 2012 China se graduaron siete millones de
estudiantes universitarios sextuplicando el número de graduados en 1992, cuando
recibieron su diploma un millón doscientos mil estudiantes. Ahora, no consigue
trabajo alrededor del 20% de los graduados entre 21 y 25 años.[6] Situaciones parecidas o más dramáticas se
presentan en África, en Europa, en América Latina, en el Medio Oriente. Más de
60 millones de personas cruzan las fronteras cada año en busca de trabajo y
entre ellos un porcentaje cada vez más alto tiene estudios superiores.
Tanto
en lo que concierne a la graduación universitaria como a la empleabilidad el
tema es la socialización de los jóvenes en un mundo donde las relaciones
sociales están siendo amenazadas por distintos procesos: la globalización, la
informatización de las organizaciones sociales, el incremento de las
desigualdades, la desintegración de los estados y sociedades. La
des-socialización se manifiesta en la crisis de los vínculos familiares y
sociales. En ciudades como Buenos Aires, Tokio o Nueva York cerca del 40% de la
gente vive sola.
Los
ecologistas afirman con razón que ha llegado la hora de compartir las
posibilidades de vida entre todos. A diferencia de otras épocas donde los
desequilibrios podían circunscribirse lo característico del momento que vivimos
es que los desequilibrios económicos, ecológicos y sociales ponen a todo el
mundo en peligro. De allí la metáfora
del aletear de la mariposa que desde un punto del planeta puede afectar a la
otra punta del mismo. Es la metáfora de la Aldea Global que McLuhan vinculaba
en su momento con el despliegue de los medios de comunicación.
Si
nos centramos en el destino de los jóvenes, que representan el futuro de la
Humanidad, es evidente que deberíamos colocar al problema de la socialización
en el centro de las políticas educativas y universitarias. Más allá del diploma
que cada uno pueda obtener lo importante es asegurar que cada joven encuentre
una manera de insertarse dignamente en la sociedad. Es un error creer que hay
un déficit de diplomados, hay excedentes a escala planetaria. Y esto porque,
además, los gobiernos y los actores sociales no están percibiendo las nuevas
condiciones para la inserción social de los jóvenes y de las personas en
general.
Desde
este punto de vista el problema no sería tanto la deserción académica o el
abandono escolar sino la pérdida de posibilidades de inserción social. En este
sentido países como Alemania o Francia, brindan becas a jóvenes para que puedan
seguir estudiando hasta los 35 años. Además del sentido social de esta política
se encuentra el hecho de que en la economía del conocimiento el estudiante
forma parte de un conglomerado que sostiene una economía avanzada.
Si
pensamos seriamente la inserción social de los jóvenes a través de la educación
deberíamos adoptar biopolíticas tendientes a enfrentar las condiciones de vida
de los jóvenes, a resolver las dificultades de aprendizajes mediante
estrategias formales o informales (por ejemplo: programas de apoyo para el
aprendizaje por vía telefónica o por Internet). También deberían existir
fuertes programas de becas y políticas de bienestar estudiantil que permitan evitar
las situaciones de drogadicción, prostitución, desamparo o marginación.
Se
habla de fortalecer el capital intelectual y el capital social de una sociedad
en los modelos de desarrollo actuales. Deberíamos pensar más profundamente en
el patrimonio vital que representan los jóvenes para el futuro de la Humanidad.
Los fracasos escolares y académicos constituyen un atentado al proyecto de vida
de la sociedad. Nos son meros accidentes pedagógicos.
En la
definición clásica que Emilio Durkheim diera de la educación encontramos que:
“La educación es la acción ejercida por las
generaciones adultas sobre las que no son aún maduras para la vida social. Ella
tiene por objeto suscitar y desarrollar en el niño un cierto número de estados
físicos, intelectuales y morales que exigen de él tanto la sociedad política en
su conjunto como el medio especial al que está particularmente destinado”. (Durkheim: 1980: 51)
En los sistemas educativos se han venido imponiendo
prácticas que privilegian la transmisión de los contenidos por sobre las
actitudes personales, éticas, sociales. Ahora estamos descubriendo que hay que
volver a fortalecer las funciones socializadoras de la educación. Entre otras
cosas porque de la capacidad para crear ciudadanía e inclusión social depende
el bienestar y el futuro de las sociedades.
Todos
intuimos o sabemos que el sistema mundial está en crisis. Por las razones que
cada uno puede invocar los modelos económicos han fracasado. Los sistemas
sociales se encuentran amenazados, aún en las sociedades más ricas. Necesitamos
un nuevo modelo mundial de desarrollo que coloque a la economía y a las
estructuras sociales al servicio de la vida de las personas. Parecería lógico
pensar en biopolíticas para el bien-vivir, para el bienestar de las
poblaciones, como se enuncia en las constituciones de varios países de América
Latina. Desde este punto de vista el problema de las deserciones o fracasos
académicos debería afrontarse de una manera más específica teniendo en cuenta
las condiciones de vida de los estudiantes.
V.
Políticas de inclusión y desarrollo
Se
han hecho intentos valiosos en América Latina durante las últimas décadas para
favorecer la inclusión social mediante la educación. La escolarización creció
enormemente en todos los niveles. La sociedad se enriqueció con millones de
ciudadanos instruidos que se incorporaron a la vida activa. En otros
continentes ocurrió algo parecido. Sin embargo, las nuevas generaciones
instruidas encontraron fuertes barreras para encontrar empleos satisfactorios o
acordes con sus estudios. Los modelos de desarrollo y las desigualdades
existentes bloquean sus realizaciones personales y los arrojan en muchos casos
a la emigración en busca de nuevos horizontes.
En la
Declaración de Naciones Unidas sobre el
derecho al desarrollo (diciembre de 1986) leemos en el art. 2 que “Todos
los seres humanos tienen individual y colectivamente, la responsabilidad del
desarrollo teniendo en cuenta la necesidad del pleno respeto de los derechos
humanos y libertades fundamentales así como sus deberes con la comunidad.” Evidentemente, este mandato supone una
actitud bioética y una biopolítica vinculada con un modelo de desarrollo
congruente con el propósito enunciado.
A
escala global no hay futuro para los jóvenes si no existen modelos económicos y
sociales congruentes con el propósito de brindar igualdad de oportunidades de vida. Por un lado, es evidente que se necesitan
estrategias de crecimiento con uso intensivo de conocimientos para que los
jóvenes instruidos puedan encontrar un lugar adecuado. Por otro lado, también
es evidente que las enormes desigualdades tienden a reproducir los mecanismos
de exclusión. Por eso, el futuro depende de cambios en el orden económico
mundial y de la instalación de modelos de desarrollo inteligentes y solidarios.
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Económica, Buenos Aires
- UNESCO (2005) Declaración Universal sobre Bioética y
Derechos Humanos, UNESCO, UNESCO
[1]
Ver comparaciones en : IESALC –UNESCO (2006) Informe sobre la Educación Superior en América Latina y el Caribe
2000-2005 del IESALC – UNESCO, Caracas
[2]
Ver: https://www.unicef.org/lac/Conferencia_Sub-Regional__Intervencion_Nils_Kastberg(4).pdf
[3] Violence
in Latin America and the Caribbean. A Framework for Action. Technical Study Sustainable Development Department
Inter-American Development Bank. 1999. Citado por el Informe UNICEFF
2007 antes mencionado.
[4]
Ver reportaje en: El PAIS, 24.01.13
[5]
Fuentes: Anuarios de Estadísticas Universitarias de la Secretaría de Políticas
Universitarias e informes de la DINECE del Ministerio de Educación.
[6] Diario La
Nación, 24.11.13, nota de Guillermo Bravo. El portal de Universia señala
que la situación se ha agravado.Ver:
http://noticias.universia.net.co/en-portada/noticia/2013/08/09/1041881/50-jovenes-profesionales-chinos-estan-desempleados.html
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